Entrevista con los Reyes Católicos


El rey de Portugal Juan II está preocupado por los rumores que corren sobre el plan de un navegante italiano que pretende llegar a Asia rodeando la Tierra por el otro lado (occidente), ha recibido informes de que un marinero italiano se ha puesto al servicio de la corona de Castilla para viajar a Asia pero por una nueva ruta: por el oeste.
Entretanto Cristóbal Colón se disponía a entrevistarse con los Reyes Católicos.
Colón se basaba en que la Tierra tenía una circunferencia de 29.000 km, según la "medición" de Posidonio y la medida del grado terrestre de D´Ailly (geógrafo francés), sin considerar que éste hablaba de millas árabes y no italianas, que son más cortas, según Colón, entre las Islas Canarias y Cipango (Japón) debía haber unas 2.400 millas marinas, cuando, en realidad, hay 10.700.
Al mismo tiempo afirmaba seguir los postulados de Marino nacido en Tiro (actual Líbano), del que se cree que pasó gran parte de su vida en Rodas (isla griega).  Marino de Tiro fue el primer geógrafo en utilizar el meridiano de las Islas Afortunadas (dudas entre si se trata de las Canarias o Cabo verde) como meridiano cero y el paralelo de Rodas como origen para medir la latitud.
Ante tantas dudas y mediciones los Reyes solicitaron los servicios de un grupo de expertos para determinar con claridad en qué consistía la propuesta de Colón, cuánto coste supondría para la corona (muy desgastada económicamente por las batallas libradas en Granada tras diez años de guerra) y los beneficios que podría reportar además de los económicos.
Mandan los reyes buscar a varios expertos (un cosmógrafo, un piloto, un contador y un pesquisidor), cada uno teníamos que aportar, con ayudad de nuestros conocimientos y de las investigaciones que ejerzamos, las informaciones que nos demandan los monarcas.
Tras ponerse en contacto con nosotros fuimos avisados de la reunión en el castillo. Ninguno había sido entrevistado directamente con anterioridad por los reyes. Fuimos llegando de nuestras casas a la hora fijada y a las dependencias marcadas en el manuscrito enviado directamente por la corona.
Tras una corta espera, un paje nos hizo entrar en una pequeña cámara de cuyas paredes pendían tapices que representaban batallas y escenas cristianas y de musulmanes. En torno a la chimenea, que ocupaba el lado opuesto a las ventanas, se disponían seis sencillas sillas con asiento de cuero. Durante un instante nos miramos sin saber qué hacer, pero enseguida el ruido de la puerta nos hizo volvernos. Allí, ante nosotros, se hallaban los reyes, doña Isabel y don Fernando. Nos inclinamos en una profunda reverencia, que cortó rápidamente la dulce aunque enérgica voz de la reina:
-          Bienvenidos al castillo. Es un placer el contar con vuestra presencia en este día.
Nos pusimos en pié y nos inclinamos ante sus majestades.
Tomó la palabra Don Fernando y dijo lo siguiente:
- Os hemos hecho llamar porque deseamos tratar un asunto de extrema importancia, pero antes de comenzar es preciso que juréis no decir a nadie lo que aquí oigáis y mantener en secreto la misión que os encomendaremos.
Al oír esto un escalofrío recorrió nuestro cuerpo desde los pies a la cabeza pero la curiosidad nos invitaba a todos a aceptar el juramento y escuchar cuanto antes la propuesta: “Lo juramos” ,contestamos con voz alta y algo temblorosa.
-Bien- continuó la reina, y ella y don Fernando tomaron asiento en dos de las sillas-
Podéis sentaros, prosiguió Isabel.
Tras una pequeña pausa prosiguió:
-Habéis de saber que hace un tiempo un hombre que dice llamarse Cristóbal Colón y ser natural de Génova, nos presentó un proyecto en que aseguraba que es posible llegar hasta las tierras de Cipango y de Catay navegando hacia occidente. Como ya sabéis, los portugueses hace años que recorren la costa africana en busca de un paso hacia las Indias y la Especiería. Si Colón estuviera en lo cierto, podríamos tomarles la delantera.
Don Fernando, después de observarnos de arriba abajo, con voz fuerte apunta:
- Tenemos ciertas dudas sobre las valoraciones hechas con anterioridad y, es por eso que ahora queremos mayor claridad y exactitud en las afirmaciones.
Si Colón estuviera en lo cierto nuestros reinos obtendrían grandes riquezas si tal empresa tuviera éxito.
-Y los religiosos llevarían la palabra de Dios a millones de paganos- añadió la reina.
-Cierto -asintió don Fernando-, pero el gasto es elevado y nuestra economía se encuentra maltrecha después de tantas campañas para derrotar a los enemigos de la corona. Por lo tanto, deseamos que examinéis el proyecto con precisión buscando describir detalladamente el mismo.
A continuación se dirigió a cada uno de nosotros-:
-          Vos sois un reputado cosmógrafo y conocéis, por tanto, las dimensiones de la tierra
-          Vos un experto piloto para quien no tienen secretos las corrientes y vientos del océano
-          Vos un contador capaz de calcular los alimentos y provisiones que harían falta para tal viaje y el desembolso que supondría para el tesoro real
-          Vos un afamado pesquisidor, que podrá informarse de todo lo relativo a la vida de Cristóbal Colón, pues hemos de saber si es hombre digno de nuestra confianza, de hecho sabemos que el rey de Portugal anda muy interesado en este proyecto.
Los cuatro asentimos, dichosos de poder ser útiles a nuestros reyes.
-Recordad –dijo, don Fernando- el juramento que habéis hecho. Debéis obrar con la mayor discreción, tenemos disputas entre las dos coronas, la de Portugal y la de Castilla sobre el control de los mares. Por ello en el tratado de Alcaçobas nos comprometimos con los portugueses a no navegar al sur del cabo Bojador. Sabemos que tenemos espías de Portugal en nuestras tierras para saber de nuestros planes. Si logran saber de estas empresas podríamos perder mucho poder en los territorios.
Y tampoco podemos confiar en el resto de los príncipes cristianos, en especial en los de Francia e Inglaterra, pues bien pudiera ser que intentaran hacerse ellos con la gloria y la riqueza- añadió doña Isabel.
 -Podéis retiraros -terminó el rey.
En vuestras casas recibiréis, en breve, instrucciones para seguir vuestro trabajo.
Nos levantamos todos al mismo tiempo y, tras hacer la reverencia a nuestros señores, salimos de la dependencia con infinidad de dudas en nuestras cabezas, pero con la fuerte decisión de no defraudar a los monarcas.


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